En los evangelios sinópticos no aparece ni una sola mención a los fariseos durante el arresto y juicio de Jesús. Solamente se nombra a los sacerdotes saduceos. Este dato es bastante significativo, ya que durante todo el periodo en el que Jesús predica en la región de Galilea sus principales interlocutores son precisamente los fariseos. Jesús constantemente intercambia opiniones con rabinos fariseos, discute con ellos, comparte con ellos mesa y, en ocasiones, también los critica. De repente, al llegar a Jerusalén, los fariseos pasan a un segundo plano y un nuevo grupo aparece en escena: los sacerdotes saduceos. Es imposible entender este cambio repentino en la narración de los evangelios si se desconoce la realidad política y social de Judea en el siglo I. Jesús era judío, y toda su historia se desarrolla en el marco del judaísmo de época. Entonces, ¿quién mató a Jesús de Nazaret?
Para responder a este interrogante tan polémico es necesario conocer las tensiones y luchas de poder que había entre los diferentes grupos judíos de la época.
Fariseos y saduceos
Los saduceos eran la élite aristocrática de Jerusalén. Eran los sacerdotes del Templo. Tenían una ideología conservadora y eran aliados de Roma. Los fariseos, en cambio, eran los líderes de las clases bajas. Se oponían al monopolio saduceo del Templo, vivían básicamente en las zonas rurales (por ejemplo, en Galilea) y tenían generalmente oficios manuales (por ejemplo, carpinteros).
¿Qué es lo primero que hace Jesús cuando entra en el Templo de Jerusalén? Vuelca las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y grita:
«Esta casa es casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones» (Mateo 21, 13).
¿Quiénes, según Jesús, son los ladrones? Los únicos que tenían el monopolio del comercio y de las mesas de cambio de moneda en el Templo: los sacerdotes saduceos. A partir de ese momento, «los sacerdotes empezaron a buscar el modo de acabar con él, pues le tenían miedo porque la gente escuchaba su enseñanza» (Marcos 11, 18).
¿Por qué los saduceos le tenían tanto miedo? Porque lo identificaban como un rabino fariseo con muchos seguidores. ¿Y por qué esto era tan peligroso? Porque los fariseos, a diferencia de los saduceos, esperaban la llegada del mesías.
Y aquí es importantísimo entender el término «mesías» de manera correcta.
El mesías de Israel en su contexto
Para el judaísmo del siglo I, el mesías es el rey de los judíos. El título de mesías no solamente tiene connotaciones religiosas sino, sobre todo, nacionales y políticas. Proclamar a alguien mesías en el siglo I es proclamarlo rey de los judíos. Y eso es un claro acto de rebelión en contra de Roma.
Los saduceos, acomodados aristócratas aliados al régimen, tenían miedo de una eventual rebelión judía. Si el pueblo judío se llegara a rebelar contra Roma, los saduceos podrían perder su estatus privilegiado, sus riquezas, la confianza de Roma o, y esto es lo más grave, podrían perder su centro de poder: el Templo de Jerusalén. Podrían perderlo todo.
En este contexto, el juicio a Jesús fue totalmente ilegal. El Sanedrín no estaba reunido en pleno y los testigos presentados eran falsos y se contradecían. A Jesús lo condenaron en secreto en un procedimiento sumarísimo durante la madrugada en la casa del corrupto sumo sacerdote saduceo Caifás. Todo ese proceso fue ilegal según la legislación judía de la época. Por eso los fariseos, que eran legalistas, se opusieron a ser parte de la farsa.
En resumen, ¿quién mató a Jesús de Nazaret y por qué? A Jesús lo mataron por criticar el sistema sacerdotal corrupto (como se observa con claridad en su reacción cuando entra en el Templo), y eso molestó mucho a los acomodados de la época: los saduceos.
¿Quién mató a Jesús de Nazaret?
La alianza romano-saducea. Porque había una alianza romano-saducea para sacarse de encima, y de manera preventiva, a cualquier rabino fariseo que critique el Templo y tenga el potencial de ser proclamado mesías por sus discípulos. Y por eso Roma lo acusa de sedición: Jesús de Nazaret Rey de los Judíos (INRI). Porque proclamarse mesías, o que te proclamen mesías tus discípulos, era en la Judea del siglo I un acto político de rebelión en contra de Roma.
Libro recomendado: El proceso a Jesús, de Paul Winter.
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